Y entendí por la música inconclusa de los bazares árabes del Sahel, que Jacques era el primer hombre y que yo también pude haberlo sido.
¿Cómo es posible que Albert Camus haya tenido la poca delicadeza de morirse sin terminar “El primer hombre”? La historia de aquel niño sin padre, que presagiaba algo terrible resultó a medias, o incluso, solo una pequeña parte pude ver, junto a las notas del autor que dejaban entrever como sería el resto de la historia; menciona incluso que la madre de Jacques tenía un secreto que debía revelar, pero todo aquello se esfumó con la muerte de Camus, quien cargaba este manuscrito consigo el día del accidente.
Aquella perspectiva de un libro desaparecido, que nunca podremos leer, me hizo sentir triste, teniendo que conformarme con pequeños atisbos de una historia increíble, la propia vida de Camus, que pasa por Argelia y Francia, entre papeles sueltos en francés cerrado y con notas al pie inconexas que solo tienen relación para la mente del autor.
Camus quería vivir, vivir, vivir siempre.
