Tsukuru Tasaki, un adulto de 36 años lleva escondida la carga de haber sido despreciado y expulsado de su grupo de amigos cuando era adolescente, eso rompió algo en su interior que lo llevó a querer morir, para luego llevar una vida ascética y solitaria en Tokio. Conoce a Sara, quien lo motiva a volver a buscar a su grupo de amigos para conocer las respuestas a su expulsión hace tanto tiempo, allí es donde empieza realmente la historia.
El autor describe a Tsukuru como un recipiente vacío, que puede tomar lo bueno de otros para si, pero vaciarse cuando estos otros beben de su recipiente y se van. La vida de Tsukuru en un Tokio masivo y solitario es la muestra de que el encierro es interior, de que tener preguntas abiertas desde la infancia deja heridas que no cierran y que en últimas, el camino a la verdadera vida es un viaje para encontrar las respuestas.
Del libro me gustó el viaje, la descripción de los sueños eróticos de Tsukuru, la música, los pensamientos sueltos y la variación de las personalidades de cada personaje.
No me gustó el arco del padre de Haida, aparte de justificar la desaparición de Haida de la vida de Tsukuru, no sirvió para nada más; pensé que la historia de Midorikawa tenía algo más aparte del monólogo de los dedos extras, pensé que Midorikawa le había pasado el contrato de muerte al padre de Haida, pero al final no hubo nada de eso, parecieron dos historias inconexas dentro de una serie de pensamientos y eventos.
Sara me pareció un personaje unidimensional y poco profundo, tal vez el autor lo hizo con esa intención para mostrar la inseguridad de Tsukuru hacía sus sentimientos por ella; personajes menores tuvieron más profundidad que Sara.
El final queda en un risco, suponemos que Sara escogerá a Tsukuru, pero que aquel no le haya contestado es mala señal, el final abierto está bien, pero en este caso quedó tan abierto que parece que fuese a haber una segunda parte.
Con la música de Franz Liszt, Le mal du pays. Interpretada por Lazar Berman
